
Para lograr una auténtica educación de calidad es indispensable conseguir que los alumnos trabajen y se esfuercen por aprender. Un buen maestro logra interesar a los alumnos en el estudio, les enseña a trabajar y les ayuda a esforzarse. El esfuerzo personal racional y ordenado es de suyo educativo y es el mejor índice de la madurez y del grado de responsabilidad de los alumnos.
El trabajo es un don de Dios, a través del cual el hombre se realiza a sí mismo, gana el sustento propio y el de su familia, participa en la obra creadora de Dios y contribuye al bien común y al progreso de la humanidad. El trabajo es, por tanto, un derecho fundamental del hombre y un deber moral de primera importancia.
La falta de esfuerzo no sólo conduce a un rendimiento escolar insatisfactorio, sino que imposibilita la preparación para la futura vida profesional; es decir, un escolar que habitualmente no se esfuerza corre el riesgo de fracasar en sus estudios y de no prepararse para la vida. Por eso, es una falta de respeto evitar el esfuerzo al alumno, haciendo por él un trabajo que puede contribuir a su formación, pues limita su progreso humano y empobrece sus naturales aspiraciones educativas. Es muy conveniente motivar para que se trabaje bien, pero sin olvidar que hace falta el esfuerzo, de modo que arraiguen hábitos y virtudes que lo faciliten.
En prime School el educador no será un repetidor de lecciones ni un simple transmisor de conocimientos. Su labor es mucho más rica: orienta y estimula a los alumnos, disponiéndolos para el esfuerzo que exige el estudio, para que trabajen con alegría. El profesor ha de considerar esta tarea como un objetivo fundamental de su quehacer.
Sólo lo bien hecho educa al incidir directamente en la mejora personal del alumno. Por eso, importa mucho exigir habitualmente un trabajo bien hecho, correcto en su contenido y cuidado en su presentación. No basta calificar como insuficiente un trabajo mal presentado: conviene hacer corregir las deficiencias, con prudencia, hasta que esté bien, con la intervención educativa que sea necesaria. En resumen, el trabajo es medio educativo por excelencia, sin el cual no es posible conseguir la formación de la personalidad, ni el arraigo de los valores humanos; y el colegio es ante todo lugar de trabajo, donde los alumnos han de aprender a hacer rendir su tiempo y esfuerzo. Para lograrlo, es indispensable que los profesores preparen muy bien sus clases, enseñen a trabajar y hagan trabajar con perfección a sus alumnos, a la vez que se esfuerzan por ser ejemplo de trabajo bien hecho.